Relatos cortos en el país del ICAM e INSS – VII

DE VUELTA AL TRABAJO

Con el alta laboral en la mano y secuestrada por la montaña que acaricia la costa brava, me sentí remota, alejada de todo, incluso de mis sentimientos. Me había reincorporado al trabajo. En los minutos de la merienda me escondía en una salita para tumbarme. Por las noches no podía dormir, en la casa se oían ruidos de madrugada y unos enormes perros acechaban la puerta de mi habitación a cada rato. Los dolores de cabeza y del cuerpo se exacerbaban hasta convertirme en un robot. Tragaba cajas de aspirinas y de ibuprofenos en pocos días. A las instituciones les importaba una mierda la salud de la gente. “Ir a trabajar, estuviese como estuviese” fue el mantra cotidiano.

No entendía nada de nada. Me hallaba entre la niebla y el talante de Bukowski intentando ahogar su ebriedad con algún poema espontáneo surgido de su pedestal de miseria.

Lapsus continuados. Vacíos en la memoria me volvieron muy vulnerable en la jornada laboral. Perdida, fuera de cualquier panorama. Incrustada en un espacio exterior donde no podía interactuar.

Una noche, mientras los perros ladraban incesantemente, cogí el móvil y leí una noticia que me pareció fantástica. Una chica con cara infantil había decidido quedarse a las puertas del ICAM de Vallcarca, instalando allí mismo una tienda de campaña.

Y aquí empieza otra historia. Es la historia de una gran luchadora a la que el ICAM dio el alta laboral tras un ictus y un infarto.

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